martes, 1 de mayo de 2012

Intolerancia a la proteína de vaca



Parece mentira que estando en el 2012 haya tanto vacío informativo sobre la lactancia. En una sociedad donde cada vez es más habitual perder la animalidad entre tú y tu bebé en el parto, se hace indispensable un apoyo, ya que tras un parto intervenido, suelen haber complicaciones a la hora de amamantar. No solamente tras una intervención en el parto, puede ser simplemente que tu bebé tenga frenillo e imposibilite la amamantación, como nos ocurrió a M y a mí.

Mi casó fue un parto inducido. Inducido porque detectamos una fisura en la bolsa. Mi cuerpo no se puso de parto. No tuve contracciones. A mi bebé tampoco le avisamos de que tenía que venir. Simplemente se forzó. Forzamos la rotura de la bolsa. Forzamos borrar el cuello del útero. Forzamos la dilatación. Forzamos su extracción. Forzamos todo.

En cuanto se pudo (fue muy breve el tiempo que tuvimos que esperar para estar juntos, aunque para M seguro que fue mucho) me lo pusieron al pecho y se enganchó. Al día siguiente tenía moratones en los pechos porque succionaba fuera del área del pezón y yo no me daba cuenta. Era completamente novata y estaba muerta de cansancio físico y emocional tras 25 horas de parto y la tensión vivida. Por otra parte, él lloraba mucho, y aunque acudimos en más de una ocasión a la mesa que había en el pasillo del hospital para hablar con enfermeras, médicos o quien estuviera trabajando esas horas para que nos ayudaran, no obtuvimos mucho, la verdad. Ahora estoy convencida de que M tenía hambre, que aunque lo ponía al pecho y succionaba, no era capaz de extraer nada por su frenillo sublingual que impedía que sacara la lengua y la colocara de forma correcta.

A los dos días de nacer M, me dolían los pechos. Concretamente los pezones, y yo sabía que amamantar no debía doler. Así que a todo aquel que entraba en la habitación, le preguntaba. Médicos, matronas, enfermeras. Pero nadie me pudo ni supo ayudar. Parecía que nadie tuviese formación en lactancia!!.

Cuando llegué a casa, me puse en contacto con aquellas personas que pensé me podrían ayudar. Pero tampoco hubo forma. Incluso me acerqué al ambulatorio para hablar con la matrona que llevó mi embarazo. Y no tenía ni idea.


¿Cómo podías ser? ¿Nadie? ¿Nadie con conocimiento y dispuesta/o a ayudar?

A los díez días tomé la decisión de dejar de dar el pecho. El dolor era insoportable. Rehuía un poco de amamantarlo. Aquello no podía continuar. Dejé de darle el pecho y le dí biberón. Los pechos se me hincharon. El peso de la ropa me hacía un daño increíble. Incluso tumbada boca arriba y desnuda me dolían. Fuí a urgencias a que me dieran algún medicamento para cortar la leche.

Nadie me informó que cuando un bebé ha mamado leche materna, debe hacerse una transición hacia el biberón. Es decir, ir acompañando un bibe de leche materna y luego otro de leche de fórmula, así hasta que todos sean de leche de fórmula. El motivo es que la leche de fórmula tiene un ph distinto a la materna y como el estómago del bebé es tan inmaduro, hacer un cambio radical de ph puede producir problemas con la flora intestinal. 

Y tras díez días de alimentar con leche de fórmula a mi bebé, comenzaron a aparecer en sus heces sangre. Intolerancia a las proteínas de leche de vaca.

Ahora tiene 6 meses, y le acaban de medicar otra leche. Una leche de fórmula elemental. Carente de un montón de cosas. Ha de tomar aparte vitaminas y hacerle análisis para comprobar que va todo bien, que no tiene carencias nutricionales.

Yo quería darle el pecho, quería alimentarlo con mi cuerpo. Podía, tenía leche y tiempo, pero M tenía frenillo y eso hacía que su lengua no pudiese succionar bien, era como si masticara, y no sacaba toda la leche.


Aqui comienza nuestra historia, la de M y mía con la relactación, con los extractores, con el motilium, con la búsqueda de información, ...

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